
Hoy que el cielo está gris y las nubes se empeñan en tocarnos, la situación generada con la pandemia está llenando el ambiente de melancolía. Es un año de incertidumbre acuciante, a nivel sanitario, económico, relacional. Una vuelta de tuerca sobre las vueltas de tuerca del cambio climático, que siguen apretando más y más.
Este ambiente propicia la ansiedad, la desesperanza, el miedo, la sensación de derrota. También la agresividad, puesto que hay quienes cuando se sienten acorralados, atacan, aunque sea a alguien que nada tiene que ver con la causa de su malestar, algunos se atacan a sí mismos. Viejas respuestas emocionales y comportamentales, que son totalmente inadaptadas en el mundo actual.
Quien no busque en sí mismo consuelo y refugio, quien no se abra a la serenidad desde su interior, difícilmente la podrá encontrar fuera.
Cuando todo enloquece, cuando todo se complica, el gesto de sentarse en silencio durante media hora, nos devuelve a algo primordial, básico y profundo. Nuestra serenidad empieza en nuestro centro personal. Desde ahí, podemos estar con los demás y con las situaciones que vivimos, de otra forma. Sentarse a meditar debe ser el primer paso para una acción justa.
Conectar con los recursos internos es esencial para afrontar las dificultades cotidianas, las que conocemos y sabemos cómo gestionar y las que pueden plantearse de forma inesperada.
Durante siglos la humanidad ha sobrevivido a cambios y dificultades. Hemos sacado lo mejor y lo peor de nosotros mismos a lo largo de la historia. Tal vez en la situación actual podemos aprender por fin que la ansiedad de una persona es algo personal y a la vez social. Que nos tenemos que sanar individual y colectivamente.
El dolor de uno es el dolor de todos. Nuestra cultura está enferma, nuestra sociedad está enferma. Responsabilicémonos cada uno de la parte que nos toca y aprendamos a colaborar, a crear redes de consciencia, de cuidado y de apoyo para sanar en profundidad.
Laia Monserrat
22-2-2021
Buenos días Laia:
Una reflexión muy acertada que describe los sentimientos de muchas personas. Pienso en una dificultad para meditar en silencio o solo para sentarse y no escuchar nada más que los ruidos ambientales: el miedo a percibir nuestro interior distraído por todo el ruido del día a día. La meditación, que aprendí en tu curso y en sesiones, me ha permitido perder parte de ese miedo. Opino que nos cuesta esperar, tener paciencia y comprender que el azar y la aleatoriedad gobiernan la vida; para superar ese hecho conocerse a uno mismo, o a una misma, es necesario; en mi caso es también aceptar mi lado oscuro y dejarlo atrás.
Quisiéramos controlar los acontecimientos, controlar lo que sentimos… la vida nos va poniendo a todos en nuestro lugar. Sin embargo, cada elección que realizamos, nos lleva a un cierto lugar, físico y emocional… Las luces y las sombras nos conforman, es así.
GRACIAS LAIA!!!!!
Como siempre…me encanta
Un beso gordo
Muchas gracias Iñaki. Un gran abrazo.