Necesitamos claridad mental y sin embargo, nos enfrentamos a una mente confusa y desequilibrada. El zen puede ser el camino hacia la mente clara… o no…
Hablar de mente clara parece un oxímoron para el ser humano. Sin embargo, desde la tradición zen se nos lleva hacia esta experiencia. ¿Qué quiere decir? ¿Es posible o son cuentos zen?
La mente en tanto que concepto, sigue siendo estudiada por la psicología. Aún no hay una respuesta definitiva a la pregunta de qué es la mente. Muchos hablan de un proceso compuesto de diversos procesos como pensar, razonar, observar, aprender. Otros prefieren hablar de conjunto de facultades (mentales) como la memoria, la imaginación, la percepción. La teoría de la mente nos dice que es la capacidad de ser conscientes de que somos conscientes y de que las otras personas también lo son y que además tienen puntos de vista distintos de los nuestros.
Hoy en día se habla de la mente compartida. Los sociólogos y antropólogos lo saben desde hace tiempo, esa mente que es fruto de la cultura. Freud hablo de la psicología de las masas, el comportamiento cambia cuando siento que formo parte del grupo a cuando estoy aislado. Jung nos habló del inconsciente colectivo, un vasto horizonte. Las tradiciones espirituales de oriente nos explican que hay una mente única.
Sea como sea, nuestra mente, esa que sentimos que está con nosotros de forma individual, recibe información, la procesa y genera respuestas a dicha información. Nos permite comprender el entorno y tomar las buenas decisiones en nuestra relación con el mismo…o no…
Porque ese sería el funcionamiento de la mente clara. Pero lo que vivimos los humanos es una mente llena de prejuicios, patrones disfuncionales, procesamiento de emociones basado en traumas, incapacidad de toma de decisiones basada en hechos y muchas veces, incapacidad de comprensión del pensamiento y sentir propio y del de otras personas.
Visto esto, la realidad humana, muchos se han cuestionado cómo deberíamos acceder a esa mente clara, primigenia en su sentido y función. La respuesta, una vez más, es paradójica. Para poder experimentar la mente clara debemos “salir” de la mente.
¿Será que estamos llamando mente a procesos tan distintos entre si que nos generan experiencias opuestas? Es la visión de la sabiduría oriental.
Parece ser que la mente primigenia, la mente clara, la tenemos que encontrar en medio de la maraña de nuestra mente llena de procesos basados en errores de percepción, interpretación, construcciones y demás. Esta mente errática y confusa nos tiene que ayudar… o no…
El zen nos presenta un programa de acción radical. Siéntate y cállate. Enfrentados directamente al barullo de nuestros propios procesos mentales, tomamos consciencia de cuan lejos estamos de la ansiada calma. Es una primera terapia de choque. Hasta que no te hartas de tu propio ego, no puedes salir del ego. Es romper el encanto que genera la mente, salir de la narración que no cuenta más que mentiras.
Sentarse y basta.
Parece poco. La mente quiere más, quiere técnicas complejas. Adora las técnicas complejas. En ellas encuentra su valor y se valida a sí misma.
Pero no. Sentarse y basta.
Sentir. Sentir. Sentir.
Cuando se repite día a día esta propuesta de simplicidad radical, la mente se cortocircuita. Me aburro de mi misma. Veo el absurdo de mis procesos habituales de eso que llamo pensamiento. Comprendo lo irracional de lo que suelo llamar mi racionalidad. Veo el ir y venir de mis emociones y cómo se enredan con el pensamiento para crear estados mentales tóxicos. Estoy empezando a ver la realidad.
Sentarse y basta.
Me decido por ir al psicólogo a comprender la maraña de mi mente y porqué sigo apegándome a emociones dañinas y a situaciones pasadas. Es una buena decisión, mientras decidas ir a un psicólogo que no se enmarañe él mismo con las teorías de lo que debería ser y de cómo hacer para salir de ahí. Alguien que sepa también cuando dejar la mirada psicológica, porque no se puede psicologizar la totalidad de lo que somos. Con la terapia aprenderás sobre tu ego, pero si te quedas ahí, seguirás atrapado en el mismo patrón profundo. Cuando calmes tu necesidad de ordenar, comprender y desculpabilizarte, deja la terapia. No esperes haberlo resuelto todo, esto no es un puzle. Simplemente te sentirás más tranquilo con lo que es. Aunque si sigues rebuscando, siempre encontrarás qué mirar. La mente crea distorsión, recuérdalo, y a las emociones les encanta cebarse con la distorsión. Tendrás que aprender a discernir.
Sentarse y basta. Poco a poco algo en mi se calma. Un dolor profundo, una añoranza intensa, un desasosiego inmenso se van calmando. En el cojín del presente puedo experimentar una realidad cada día nueva, aunque es antigua. La mente se apacigua porque yo me apaciguo.
Sentarse y basta. Los pensamientos bajan de ritmo y frecuencia. Ya no les hago caso. Sigo en la experiencia. La experiencia de que mi cerebro se relaja, todo mi cuerpo suelta cargas y se abre a la Vida.
Sentarse es estar en el centro de todo, libre de todo. La mente clara es la experiencia de ser plenamente humanos, es decir, de ser plenamente vida con todos los seres sintientes, con todo lo que es. Mi mente no existe, es la mente única profunda y compartida que se expresa a través mío. Es la Vida que vive en mi pequeña vida.
Sentarse y basta. La Vida me respira. Nada que hacer. Aunque en cada acción soy ser esencial, uno con la vida, uno con la fuerza interna, uno la presencia consciente.
Sentarse y basta. Con la humildad de saber que nos volverá a atrapar, pero cada vez menos, cada vez con más humor y ligereza.
Sentarse y basta. Las nubes pasan. El viento sopla. La montaña sigue ahí.
Zen, za-zen. Vida.
más sobre meditación zen
Preciós, com sempre, per la seva dianam simpicitat i sensibilitat. Gràcies, Laia!
Gràcies Elisenda!! un plaer compartir.
Gracias Laia por esas palabras profundas y simples a la vez. Sentarse y callarse. Es simple. Pero qué difícil lo hacemos….
¡Un abrazo!
Si, Aritz, así es. Hacemos de lo simple algo inalcanzable…
¡Un abrazo!