
Estoy en una cafetería y me pregunto en que piensan estas personas que veo aquí, cerca de mí. Están solas, como yo. Algunas hablan por teléfono o escriben en él.
En la calle alguien se hace unas fotos, turistas que pasean por la ciudad en un día de marzo. Los cristales están sucios y el reflejo es un tanto borroso.
La gente viene y va. Otros permanecen. Unos estamos dentro, refugiados del ruido. Con música. Otros andan por fuera, expuestos al viento y al sol. Dentro de poco intercambiaremos los papeles.
Un amigo me hablaba ayer de su búsqueda de pareja en internet. Me contaba lo que veía en los chats. La sensación de abandono, de soledad, de heridas que transmitían muchos mensajes. La necesidad de “venderse” que transmitían otros, con el consiguiente resultado aún más terrible.
Me proponía que hiciésemos un estudio de dichos mensajes… me pareció cruel . Aunque sé que es una buena idea.
Sentí una inmensa compasión por toda aquella soledad, por toda esta soledad que hoy veo. No es el hecho de estar sin nadie al lado para compartir un café o una taza de té, es algo más profundo. Es un abandono interior, un no encontrar con quien compartir lo más íntimo de sí mismo. En realidad es un “ni siquiera encontrarse a sí mismo”.
He vivido personalmente muchas situaciones distintas. Se lo qué es estar acompañada y sentirse sola. Lo que es estar sola y no querer compartir. Lo que es desear compartir y no tener con quien. También conozco la alegría de intercambiar desde el corazón, plenamente. Los años y las vivencias son múltiples y multicolores.
La raíz que ha ido creciendo mientras las hojas de la experiencia cambiaban en las diferentes estaciones de la vida, es una raíz que habla de unión más allá del otro, más allá de su presencia o de su ausencia. Es una unión profunda con otro que es Otro. Con una vida que es Vida. Es una unión que se expresa en las múltiples conversaciones, en los silencios compartidos, en los múltiples abrazos dados con libertad y plenitud, de ser a ser.
Cada persona que se cruza en nuestro camino aporta la ocasión de plasmar esa unidad profunda. A veces recorremos un largo camino juntos con algún amigo, atravesando la ciudad en una conversación animada que dura años… otras veces nos detenemos en una parada de metro y cada cual toma una dirección diferente.
Hay veces en las que intercambiamos una sonrisa mientras cruzamos a una o a un desconocido por la calle. ¡Y es muy hermoso! No sé nada de ti, no sabes nada de mí. No vamos a detenernos a saber… pero hemos compartido algo muy verdadero que ha durado un soplo.
Los lazos están ahí. Uniéndonos a todos; bañándonos a todos esta esa luz que no logramos ver en los días de niebla.
Si os sentís solos, rasgaos las vestiduras grises. Salid al sol, haga lluvia o un día claro… sacad vuestra alma a la luz. Sentid el mundo a vuestro alrededor. Disfrutad de vosotros, de vuestra vida, de vuestra curiosidad. Abrid vuestro corazón. Buscad vuestras raíces.
Desde vuestro centro, abríos a vosotros, al mundo y a lo Totalmente Otro.