Cuando acabamos el último retiro en Oseira todos tuvimos la misma sensación:
¡por fin fuera de estos muros!
El monasterio es impresionantemente grande y deshabitado. Las paredes gruesas y el ambiente frío. Hace años se rehabilitó ya que había quedado semidestruido al estar abandonado y los lugareños habían aprovechado llevándose las piedras para hacer sus casas.
Los monasterios son lugares de recogimiento. Esto quiere decir que en su interior se favorece la vida interior personal, el silencio, el contacto con lo esencial y espiritual. Pero este monasterio nos parecía curiosamente deshabitado. Seguramente en parte por sus dimensiones y falta de monjes y en parte por su evidente inadecuación a la realidad espiritual actual. A pesar de los cuidados que nos prodigaba el hermano de la hostelería, Armando, un verdadero ángel con un gran sentido del humor andaluz, el espíritu parecía haber abandonado el lugar desde hacia tiempo…
Fuera hacía un sol radiante y el verde era tan verde que las retinas no se lo acababan de creer. Los muros separaban, encerraban. Los claustros y sus fuentes eran bellos, pero … el verde era tan verde fuera…
Silencio, meditación, silencio, meditación….¡y cada vez el verde era más verde!
En realidad estábamos trabajando sobre los muros personales. Porque cada uno de nosotros construye de una forma u otra, de manera totalmente inconsciente, muros. Estos muros, o corazas, se forman como crispaciones musculares, rigidez de los tejidos corporales, posturas y gestos del alma hecha cuerpo que son actitudes de vida. Cuantas veces se percibe a las personas encerradas en sí mismas de la forma más literal posible. El cuerpo se ha convertido en un lugar rígido y cerrado que ahoga más que libera. Los miedos, la ansiedad, la falta de confianza se apropian de la persona y le impiden disfrutar con tranquilidad de la vida de cada día.
Salir de un monasterio es fácil. Basta con que el retiro se acabe. Podemos abrir la puerta e irnos. Pero salir de los propios muros no es tan simple. Hay que tomar consciencia primero de que existen.
Silencio, meditación, aceptación, respiración. Soltar, soltarse.
El trabajo con los muros-corazas personales se declina en unos puntos esenciales :
– La toma de consciencia: estoy encerrado en mi mismo
– Sentir las zonas cerradas, las crispaciones
– Comprender qué gesto y qué actitud están expresando dichas crispaciones
– Comprender porque he necesitado de dicho gesto, de dicha actitud
– Aprender a soltar
– Disfrutar de estar presente de otra manera
Una parte de esto se realiza con la meditación. Cuando todo empieza a doler, a molestar, cuando afloran las crispaciones, es un momento magnífico de toma de consciencia.
Otra parte debe hacerse de una forma más concreta y específica. Es por ello que K. G. Dürckheim creó la Leibterapia Personal, psicoterapia que trabaja el cuerpo de la persona como unidad cuerpo-mente-espíritu, para poder acompañar hacia ese soltar profundo. Es como guiar a la persona hacia la salida de ese monasterio frío y cerrado en que se había convertido, mostrarle la puerta abierta, las ventanas abiertas y enseñarle a dar los primeros pasos en este nuevo caminar por este mundo tan verde.
El camino espiritual es abrir puertas y ventanas. Es aligerar los muros, para que protejan pero no encierren, para que den forma al mundo interno, para que acojan… Todo verdadero trabajo lleva a expandirse, a irradiar desde el jardín interno…así que… ¡Atrévete!
Silencio, meditación, aceptación, respiración. Soltar, soltarse. Abrirse, sonreír, reír, disfrutar…