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by happy

Artículo publicado en la revista CuerpoMente nº 235 con el título: La felicidad de cada día Dos de agosto. He pasado la mañana trabajando… tengo que preparar los seminarios de septiembre. A mediodía decido que voy a hacer un picnic al borde del barranco de las águilas. Cojo mi comida, mi sombrero, mi cámara de fotos y mis acuarelas. Llego al lugar bajo un sol radiante. Me siento en el borde, como me gusta. Saco mi fiambrera y sorpresa : he olvidado el tenedor. Tengo ensalada de arroz. Busco unas ramas de boj secas y me hago unos palillos. Como algunos granos con los palillos improvisados, resultan demasiado curvados. Los dejo estar y empiezo a comer con las manos. Soy una gran especialista en arroz suelto y cocido al punto. Ahora esto no me viene muy bien, es difícil de coger un bocado con los dedos…. Me pongo perdida de arroz… ¡si mi madre me viese! Rio al sol del mediodía. Tengo el pantalón manchado de aceite y verduritas, la cara y los dedos pringados. Me siento bien. El aire es agradable. Si alguien me pregunta ahora si soy feliz, le diría que sí. ¿Es posible ser feliz? Curiosa pregunta. Tal vez lo más acertado sería plantearla al revés: “¿Cómo hacemos para no ser felices?” Si lo preguntamos de este modo, estamos presuponiendo que la felicidad es el estado básico normal del ser humano y que por h o por b algo ocurre o nos ocurre que nos aleja de dicho estado. Claro, que esto es mucho suponer. Antes que ustedes o que yo, muchas otras personas se han preguntado simplemente ¿qué es la felicidad? Y una vez definida, se han planteado si es posible alcanzarla. Vamos a dar un rápido repaso a las respuestas más interesantes a estas cuestiones que nos afectan a todos. L a Real Academia de la Lengua no nos facilita mucho la comprensión del término: 1. Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. 2. f. Satisfacción, gusto, contento. 3. f. Suerte feliz. Buscaremos en los filósofos clásicos griegos. Aristóteles no nos da una respuesta simple. Para él, el concepto de felicidad debe estar en relación con actividades que producen bienes, siendo estos bienes los que nos resultan placenteros y nos dan satisfacción. Pero estos bienes son sobre todo metas que se alcanzan para sentirse autorealizado, como la virtud, la sabiduría practica o filosófica, ya causen o no placer. Uf! Ya les decía que no es nada simple. Platón pensaba que esta autorrealización última y completa se alcanzaba en la vida después de la muerte. Los medios para vivir dichosos en esta vida eran el culto religioso y la virtud, entendida como sabiduría, fortaleza de ánimo, templanza y justicia. Vaya, que hay que ganárselo! El estoicismo consideraba que ser feliz se relacionaba con la independencia personal, el valerse por sí mismo. Los hedonistas lo relacionaban con evitar el sufrimiento físico o mental. Esto lo sentimos más próximo a nosotros… El primero que parece hablar de los distintos tipos de felicidad, es Boecio, quien distingue entre felicidad bestial, felicidad eterna o contemplativa, felicidad perfecta o beatitud… A veces nos encantaría ser bestialmente felices, pero bueno….suena mal decirlo. San Agustín nos presenta la felicidad ligada a la sabiduría y a la posesión de la verdad absoluta, que en definitiva para él es Dios. Santo Tomás, va más lejos diciendo que la felicidad es un bien que se nos otorga, no un simple estado del alma. Otra vez se nos aleja la posibilidad de ser felices, ¿será que si no se nos da este don es porque somos culpables de algo?… Kant nos dice: “nadie es capaz de determinar, por un principio, con plena certeza, qué sea lo que le haría verdaderamente feliz, porque para tal determinación fuera indispensable tener omnisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe obrar por principios determinados, sino sólo por consejos empíricos” Finalmente, se podría decir, que para él “no se trata tanto de ser felices como de ser dignos de la felicidad “ Las filosofías orientales, por su lado, relacionan la felicidad con un estado de base, más allá del bienestar pasajero o de los problemas pasajeros que se experimenten. Este estado puede perdurar en el tiempo más allá de las circunstancias cambiantes. Pero hay que trabajarlo, con desapego y compasión. Esto nos gustaría a todos poder experimentarlo, verdad? Pequeña conclusión: parece que todo el mundo está de acuerdo en que para ser feliz hay que hacer algo, que no es un estado que simplemente llegue o no llegue, sino que podemos favorecerlo con nuestra actitud. Esto es francamente interesante, no les parece? · Que hacer para favorecer la felicidad? Alguien me dijo el otro día: lo mejor que se puede hacer para no ser feliz es preguntarse a menudo ¿soy feliz?. Pasó a explicarme como alguien de su entorno se enfrascaba en largas diatribas sobre sus estados de ánimo y cómo mejorarlos. Esto me hace pensar en la tan actual Psicología Positiva, de la que M. Selignam es impulsor. El movimiento se ha vuelto tan fuerte en los Estados Unidos que incluso se han alzado voces alertando de los peligros de tanta positividad. Veamos un poco qué está sucediendo. En nuestra sociedad occidental hasta no hace demasiado, máximo dos generaciones o tal vez una, en ciertas regiones, se confiaba en una felicidad que vendría más allá de esta vida, una promesa de que a pesar de estar en un mundo lleno de dificultades, una vez llegada la hora de cruzar a la otra orilla, allí encontraríamos una paz y una felicidad tan anheladas. Si bien esto conllevaba una resignación y una aceptación de lo difícilmente aceptable, alejaba de forma irremediable la consecución de la felicidad del aquí y el ahora. Cuando alguien estaba mal, se sentía infeliz, acudía a la religión para su solaz. Por razones demasiado complejas de abordar aquí, esto ha cambiado profundamente y deseamos ser felices aquí y ahora. No pensamos que debamos aplazar nuestro placer y nuestras recompensas a una dudosa vida más allá de la vida. Cuando hoy en día una persona se siente mal y no encuentra un modo natural de recobrar una línea de base de bienestar personal, se acude al psicólogo, al médico o al terapeuta. Nos hemos acercado socialmente al concepto oriental de felicidad. Pero de un curioso modo. Al mismo tiempo que creemos que podemos alcanzar una felicidad básica en nuestra vida cotidiana, el entorno social nos muestra constantemente cuales son los objetos y razones que nos van a dar esa felicidad. Es decir, que por un lado hay un concepto filosófico profundo que ha experimentado un cambio en nuestra sociedad, no queremos aplazar lo bueno para un más allá, pero situamos esto bueno en los objetos y posesiones que nos están vendiendo constantemente. El resultado es bastante decepcionante. Quien logra tener aquello que le promete la publicidad, muchas veces descubre que siente un vacio interior que no se ha colmado. Quien no logra tenerlo, por difícil de alcanzar económicamente, se siente fracasado. · ¿Y si todo pudiese ser un poco más simple? Creo que tiene razón quien me decía que de tanto buscar la felicidad al final nos perdemos en vericuetos complejos y…. perdemos la verdadera esencia. ¿Y si la felicidad fuese un músculo interior que necesita ser utilizado y entrenado? Este es un poco el concepto que encontramos en la psicología positiva, inspirada en ideas orientales y en estudios científicos. Los neurólogos americanos declararon a un monje budista el hombre más feliz del mundo después de medir su actividad cerebral. Con ello destacaron cómo un entrenamiento en meditación puede favorecer el mantener un estado de armonía y una sensación de plenitud que se acerca a lo que entendemos por felicidad. Esta persona había entrenado algunos aspectos del “músculo de la felicidad”. Vayamos un poco más lejos Las emociones nos guían hacia aquello que nos conviene para la propia perpetuación. Esto suele procurarnos una sensación agradable, de algo bueno para nosotros. Es así como todo lo que nos resulta placentero lo consideramos adecuado y finalmente necesario para nuestro bienestar: Comer adecuadamente, beber adecuadamente, respirar aire suficientemente puro, practicar sexo de forma regular, dar y recibir afecto, vivir de acuerdo con nuestros principios éticos, son aspectos básicos que nos hacen sentir bien ya que los necesitamos para vivir como individuos y como especie. Sobre ellos y a partir de ellos se han elaborado múltiples capas de sofisticación y con ello de necesidades cada vez más complejas. La simpleza de la emoción primaria: “es bueno para mí supervivencia o no lo es”, se ha vuelto muy rara. Por supuesto, a mi propio juicio personal individual se ha unido desde hace mucho el juicio social, la visión de los demás sobre mí y de mí sobre los demás. Por ejemplo, muy poca gente sería capaz de sentirse bien comiendo un buen plato en medio de un campo de refugiados que hace dos días que no come (claro que si estamos mirando las noticias mientras cenamos es más fácil…). Del mismo modo, a veces gusta que los demás se fijen en el bonito vestido que llevamos o que aprecien lo buenos anfitriones que somos y lo mucho que nos hemos esforzado por tenerlo todo impecable. Nos sentimos bien cuando nos reconocen que somos guapos y/o buenos y/o eficientes y/o “triunfadores”.. La búsqueda de la felicidad. La ATARAXIA Desde que los filósofos griegos hablaron de la felicidad, esta está asociada a “algo” que nos hace felices, objeto, situación o estado interno. Hoy en día se realizan numerosos estudios para comprender qué es la felicidad, aunque como hemos visto anteriormente, definirla es complejo. Se puede decir que hay dos aspectos uno más intimo o psicológico que habla de la felicidad como un estado personal multifactorial. Del mismo modo que se puede analizar la depresión, se puede analizar la felicidad. Otro aspecto de la felicidad es más bien un arte de vivir una buena vida, aunque haya momentos más o menos agradables. Por supuesto que … tampoco es muy claro que uno y otro se puedan separar totalmente o que al menos, no estén correlacionados de alguna manera. Lo que sí es cierto, es que todo el mundo desea sentirse bien, busca la plenitud y aquello que se la proporciona. También sabemos que buscar la felicidad, como decía mi conocido, es el mejor camino para no encontrarla… Entonces, ¿qué podemos hacer? Las respuestas a esta pregunta, una vez pasada la primera etapa de la paradoja: “haz sin hacer”, que es muy zen, pero nos deja como estábamos, las podemos encontrar de la mano de la ataraxia. Esta bonita palabra, que quiere decir literalmente “ausencia de inquietud”, sería la fórmula antigua, tradicional y filosófica del “by happy” moderno o del “no te preocupes, ocúpate de resolver aquello que puedes resolver”. Es algo así como el equilibrio cuerpo-mente-emociones, la sabiduría del camino medio. El tener y el ser, ¿Qué nos hace más felices? Situémonos dentro del contexto de nuestra sociedad occidental actual, en la que las necesidades de base están cubiertas para la gran mayoría de personas (esperemos que esto siga siendo así durante mucho tiempo!). Esto hace que el hecho de beber un vaso de agua no nos haga sentir especialmente felices, ya que se da por descontado que podremos beberlo cuando nos apetezca o lo necesitemos. Las cosas que despiertan nuestra sensación de felicidad y bienestar se suelen situar en otros niveles que sobrepasan el básico. Deseamos de forma muchas veces socialmente creada, algo más que lo básico que ya tenemos. Por supuesto no nos conformamos con el agua del grifo, que para otros sería un regalo del cielo, sino que necesitamos instalar un depurador de iones negativos para que esa agua sea aún de mejor calidad. Si es posible, tendremos una licuadora para beneficiarnos de zumos depurativos y cargados de vitaminas hechos al momento y cuando queramos beber vino, iremos a una bodega especializada en mostos ecológicos de primera calidad. Por supuesto que todo ello es muy respetable y apetecible y nos proporciona grandes momentos placenteros… um… ese zumo de zanahoria con manzana recién hecho es delicioso… Pero cuando sucede que nuestros amigos tienen licuadora y nosotros no y corremos a la tienda a buscar una para ser como ellos… no tanto por el placer de tomar zumos, sino por el displacer de no tener el aparato… ¿somos más felices? Es aquí cuando la ataraxia entra en juego. En la valoración de qué necesito para sentirme feliz. Tal vez es el objeto, ya que me encantan los zumos o tengo necesidad de tomar más vitaminas. Quizás es el sentimiento de envidia o el impulso de posesión y consumismo…Entonces ya no es tan seguro que comprar la maquina nos haga felices, ya que en el mismo momento en que la tengamos aparecerá otra cosa que no tenemos en nuestra pantalla mental. El músculo de la felicidad La Psicología Positiva afirma que la felicidad estaría determinada por una combinación de aspectos genéticos de personalidad, circunstancias y lo que podríamos llamar “el ejercicio de la felicidad”. Estas tres grandes dimensiones se distribuirían de la siguiente manera (LYUBOMIRSKY et al., 2005): • Los genes. Aproximadamente un 50%. Incluye características de personalidad muy estables como extraversión y el nivel de estabilidad emocional. • Las circunstancias. Un 10% . Corresponde a factores como raza, sexo, edad, ocupación y nivel socioeconómico. • La actividad intencional o el ejercicio de la felicidad. Son el 40%. Incluye aquello que se hace para sentirse bien, implicándose de forma intencional en conseguir ser feliz. Implican que la persona puede aprender a estar mejor. Esto corresponde con lo que decía el monje del que les había hablado antes: “soy feliz porque me he entrenado durante años en ello”. Para él el entrenamiento fue la meditación. ¿Qué podemos extraer de su experiencia? Vamos a verlo seguidamente en algunos puntos, de forma a poder aplicarlo en la vida cotidiana, sin para ello convertirse en monje. Pequeña receta para ser feliz – No busques la felicidad, deja que ella te encuentre – Simplifica tu vida, redescubre las cosas sencillas del día a día – No amplifiques los malos momentos, vívelos cuando lleguen, simplemente porque están ahí. Permite que pasen. – No amplifiques los buenos momentos, vívelos cuando lleguen, con simplicidad, porque están ahí. Acepta que pasen. – Se mesurado en tus juicios hacia ti mismo y hacia los demás. – Piensa dos veces si de verdad quieres aquello que deseas e imagina como te sentirás cuando lo tengas. – Comparte lo que eres y lo que tienes con los demás, sintiendo cuál es tu límite. – Cultiva los diferentes aspectos de ti mismo, los más trascendentes y los menos trascendentes. Eres múltiple y polifacético. – Date un capricho de tanto en tanto, así, sin más ni más – Si necesitas ayuda, pídela. Si te piden ayuda, dala. – Comprométete con tus ideales, con tu visión ética del mundo.


Artículo publicado en la revista CuerpoMente nº 235 con el título: La felicidad de cada día 


Dos de agosto. He pasado la mañana trabajando… tengo que preparar los seminarios de septiembre. A mediodía decido que voy a hacer un picnic al borde del barranco de las águilas. Cojo mi comida, mi sombrero, mi cámara de fotos y mis acuarelas. Llego al lugar bajo un sol radiante. Me siento en el borde, como me gusta. Saco mi fiambrera y sorpresa : he olvidado el tenedor. Tengo ensalada de arroz. Busco unas ramas de boj secas y me hago unos palillos. Como algunos granos con los palillos improvisados, resultan demasiado curvados. Los dejo estar y empiezo a comer con las manos. Soy una gran especialista en arroz suelto y cocido al punto. Ahora esto no me viene muy bien, es difícil de coger un bocado con los dedos…. Me pongo perdida de arroz… ¡si mi madre me viese! Rio al sol del mediodía. Tengo el pantalón manchado de aceite y verduritas, la cara y los dedos pringados. Me siento bien. El aire es agradable. Si alguien me pregunta ahora si soy feliz, le diría que sí.


¿Es posible ser feliz?


Curiosa pregunta. Tal vez lo más acertado sería plantearla al revés: “¿Cómo hacemos para no ser felices?” Si lo preguntamos de este modo, estamos presuponiendo que la felicidad es el estado básico normal del ser humano y que por h o por b algo ocurre o nos ocurre que nos aleja de dicho estado. Claro, que esto es mucho suponer.


Antes que ustedes o que yo, muchas otras personas se han preguntado simplemente ¿qué es la felicidad? Y una vez definida, se han planteado si es posible alcanzarla. Vamos a dar un rápido repaso a las respuestas más interesantes a estas cuestiones que nos afectan a todos.


L a Real Academia de la Lengua no nos facilita mucho la comprensión del término:

1.    Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.

2.    f. Satisfacción, gusto, contento. 

3.     f. Suerte feliz.


Buscaremos en los filósofos clásicos griegos.


Aristóteles no nos da una respuesta simple. Para él, el concepto de felicidad debe estar en relación con actividades que producen bienes, siendo estos bienes los que nos resultan placenteros y nos dan satisfacción. Pero estos bienes son sobre todo metas que se alcanzan para sentirse autorealizado, como la virtud, la sabiduría practica o filosófica, ya causen o no placer. Uf! Ya les decía que no es nada simple.


Platón pensaba que esta autorrealización última y completa se alcanzaba en la vida después de la muerte. Los medios para vivir dichosos en esta vida eran el culto religioso y la virtud, entendida como sabiduría, fortaleza de ánimo, templanza y justicia.

Vaya, que hay que ganárselo!


El estoicismo consideraba que ser feliz se relacionaba con la independencia personal, el valerse por sí mismo. Los hedonistas lo relacionaban con evitar el sufrimiento físico o mental. Esto lo sentimos más próximo a nosotros


El primero que parece hablar de los distintos tipos de felicidad, es Boecio, quien distingue entre felicidad bestial, felicidad eterna o contemplativa, felicidad perfecta o beatitud… A veces nos encantaría ser bestialmente felices, pero bueno….suena mal decirlo.


San Agustín nos presenta la felicidad ligada a la sabiduría y a la posesión de la verdad absoluta, que en definitiva para él es Dios. Santo Tomás, va más lejos diciendo que la felicidad es un bien que se nos otorga, no un simple estado del alma.

Otra vez se nos aleja la posibilidad de ser felices, ¿será que si no se nos da este don es porque somos culpables de algo?…


Kant nos dice: “nadie es capaz de determinar, por un principio, con plena certeza, qué sea lo que le haría verdaderamente feliz, porque para tal determinación fuera indispensable tener omnisciencia. Así, pues, para ser feliz, no cabe obrar por principios determinados, sino sólo por consejos empíricos” Finalmente, se podría decir, que para él “no se trata tanto de ser felices como de ser dignos de la felicidad


Las filosofías orientales, por su lado,  relacionan la felicidad con un estado de base, más allá del bienestar pasajero o de los problemas pasajeros que se experimenten. Este estado puede perdurar en el tiempo más allá de las circunstancias cambiantes. Pero hay que trabajarlo, con desapego y compasión.

Esto nos gustaría a todos poder experimentarlo, verdad?


Pequeña conclusión: parece que todo el mundo está de acuerdo en que para ser feliz hay que hacer algo, que no es un estado que simplemente llegue o no llegue, sino que podemos favorecerlo con nuestra actitud.

Esto es francamente interesante, no les parece?


·         Que hacer para favorecer la felicidad?


Alguien me dijo el otro día: lo mejor que se puede hacer para no ser feliz es preguntarse a menudo ¿soy feliz?. Pasó a explicarme como alguien de su entorno se enfrascaba en largas diatribas sobre sus estados de ánimo y cómo mejorarlos.


Esto me hace pensar en la tan actual Psicología Positiva, de la que M. Selignam es impulsor. El movimiento se ha vuelto tan fuerte en los Estados Unidos que incluso se han alzado voces alertando de los peligros de tanta positividad. Veamos un poco qué está sucediendo.


En nuestra sociedad occidental hasta no hace demasiado, máximo dos generaciones o tal vez una, en ciertas regiones, se confiaba en una felicidad que vendría más allá de esta vida, una promesa de que a pesar de estar en un mundo lleno de dificultades, una vez llegada la hora de cruzar a la otra orilla, allí encontraríamos una paz y una felicidad tan anheladas. Si bien esto conllevaba una resignación y una aceptación de lo difícilmente aceptable, alejaba de forma irremediable la consecución de la felicidad del aquí y el ahora. Cuando alguien estaba mal, se sentía infeliz, acudía a la religión para su solaz.


Por razones demasiado complejas de abordar aquí, esto ha cambiado profundamente y deseamos ser felices aquí y ahora. No pensamos que debamos aplazar nuestro placer y nuestras recompensas a una dudosa vida más allá de la vida. Cuando hoy en día una persona se siente mal y no encuentra un modo natural de recobrar una línea de base de bienestar personal, se acude al psicólogo, al médico o al terapeuta.


Nos hemos acercado socialmente al concepto oriental de felicidad. Pero de un curioso modo. Al mismo tiempo que creemos que podemos alcanzar una felicidad básica en nuestra vida cotidiana, el entorno social nos muestra constantemente cuales son los objetos y razones que nos van a dar esa felicidad. Es decir, que por un lado hay un concepto filosófico profundo que ha experimentado un cambio en nuestra sociedad, no queremos aplazar lo bueno para un más allá, pero situamos esto bueno en los objetos y posesiones que nos están vendiendo constantemente.


El resultado es bastante decepcionante. Quien logra tener aquello que le promete la publicidad, muchas veces descubre que siente un vacio interior que no se ha colmado. Quien no logra tenerlo, por difícil de alcanzar económicamente, se siente fracasado.



·         ¿Y si todo pudiese ser un poco más simple?


Creo que tiene razón quien me decía que de tanto buscar la felicidad al final nos perdemos en vericuetos complejos y…. perdemos la verdadera esencia.


¿Y si la felicidad fuese un músculo interior que necesita ser utilizado y entrenado?

Este es un poco el concepto que encontramos en la psicología positiva, inspirada en ideas orientales y en estudios científicos.


Los neurólogos americanos declararon a un monje budista el hombre más feliz del mundo después de medir su actividad cerebral. Con ello destacaron cómo un entrenamiento en meditación puede favorecer el mantener un estado de armonía y una sensación de plenitud que se acerca a lo que entendemos por felicidad. Esta persona había entrenado algunos aspectos del “músculo de la felicidad”.


  
Vayamos un poco más lejos


Las emociones nos guían hacia aquello que nos conviene para la propia perpetuación.

Esto suele procurarnos una sensación agradable, de algo bueno para nosotros.


Es así como todo lo que nos resulta placentero lo consideramos adecuado y finalmente necesario para nuestro bienestar: Comer adecuadamente, beber adecuadamente, respirar aire suficientemente puro, practicar sexo de forma regular, dar y recibir afecto, vivir de acuerdo con nuestros principios éticos,  son aspectos básicos que nos hacen sentir bien ya que los necesitamos para vivir como individuos y como especie.


Sobre ellos y a partir de ellos se han elaborado múltiples capas de sofisticación y con ello de necesidades cada vez más complejas. La simpleza de la emoción primaria: “es bueno para mí supervivencia o no lo es”, se ha vuelto muy rara.


Por supuesto, a mi propio juicio personal individual se ha unido desde hace mucho el juicio social, la visión de los demás sobre mí y de mí sobre los demás. Por ejemplo, muy poca gente sería capaz de sentirse bien comiendo un buen plato en medio de un campo de refugiados que hace dos días que no come (claro que si estamos mirando las noticias mientras cenamos es más fácil…).


Del mismo modo, a veces gusta que los demás se fijen en el bonito vestido que llevamos o que aprecien lo buenos anfitriones que somos y lo mucho que nos hemos esforzado por tenerlo todo impecable. Nos sentimos bien cuando nos reconocen que somos guapos y/o buenos y/o eficientes y/o “triunfadores”..



La búsqueda de la felicidad. La ATARAXIA


Desde que los filósofos griegos hablaron de la felicidad, esta está asociada a “algo” que nos hace felices, objeto, situación o estado interno.


Hoy en día se realizan numerosos estudios para comprender qué es la felicidad, aunque como hemos visto anteriormente, definirla es complejo. Se puede decir que hay dos aspectos uno más intimo o psicológico que habla de la felicidad como un estado personal multifactorial. Del mismo modo que se puede analizar la depresión, se puede analizar la felicidad. Otro aspecto de la felicidad es más bien un arte de vivir una buena vida, aunque haya momentos más o menos agradables.


Por supuesto que … tampoco es muy claro que uno y otro se puedan separar totalmente o que al menos, no estén correlacionados de alguna manera.


Lo que sí es cierto, es que todo el mundo desea sentirse bien, busca la plenitud y aquello que se la proporciona. También sabemos que buscar la felicidad, como decía mi conocido, es el mejor camino para no encontrarla…


Entonces, ¿qué podemos hacer? Las respuestas a esta pregunta, una vez pasada la primera etapa de la paradoja: “haz sin hacer”, que es muy zen, pero nos deja como estábamos, las podemos encontrar de la mano de la ataraxia.


Esta bonita palabra, que quiere decir literalmente “ausencia de inquietud”, sería la fórmula antigua, tradicional y filosófica del “by happy” moderno o del “no te preocupes, ocúpate de resolver aquello que puedes resolver”. Es algo así como el equilibrio cuerpo-mente-emociones, la sabiduría del camino medio.



El tener y el ser, ¿Qué nos hace más felices?


Situémonos dentro del contexto de nuestra sociedad occidental actual, en la que las necesidades de base están cubiertas para la gran mayoría de personas (esperemos que esto siga siendo así durante mucho tiempo!). Esto hace que el hecho de beber un vaso de agua no nos haga sentir especialmente felices, ya que se da por descontado que podremos beberlo cuando nos apetezca o lo necesitemos. Las cosas que despiertan nuestra sensación de felicidad y bienestar se suelen situar en otros niveles que sobrepasan el básico.


Deseamos de forma muchas veces socialmente creada, algo más que lo básico que ya tenemos. Por supuesto no nos conformamos con el agua del grifo, que para otros sería un regalo del cielo, sino que necesitamos instalar un depurador de iones negativos para que esa agua sea aún de mejor calidad. Si es posible, tendremos una licuadora para beneficiarnos de zumos depurativos y cargados de vitaminas hechos al momento y cuando queramos beber vino, iremos a una bodega especializada en mostos ecológicos de primera calidad. Por supuesto que todo ello es muy respetable y apetecible y nos proporciona grandes momentos placenteros… um… ese zumo de zanahoria con manzana recién hecho es delicioso… Pero cuando sucede que nuestros amigos tienen licuadora y nosotros no y corremos a la tienda a buscar una para ser como ellos… no tanto por el placer de tomar zumos, sino por el displacer de no tener el aparato… ¿somos más felices?


Es aquí cuando la ataraxia entra en juego. En la valoración de qué necesito para sentirme feliz. Tal vez es el objeto, ya que me encantan los zumos o tengo necesidad de tomar más vitaminas. Quizás es el sentimiento de envidia o el impulso de posesión y consumismo…Entonces ya no es tan seguro que comprar la maquina nos haga felices, ya que en el mismo momento en que la tengamos aparecerá otra cosa que no tenemos en nuestra pantalla mental.


  
El músculo de la felicidad


La Psicología Positiva afirma que la felicidad estaría determinada por una combinación de aspectos genéticos de personalidad, circunstancias y lo que podríamos llamar “el ejercicio de la felicidad”. Estas tres grandes dimensiones se distribuirían de la siguiente manera (LYUBOMIRSKY et al., 2005):


Los genes. Aproximadamente un 50%. Incluye  características de personalidad muy estables como extraversión y el nivel de estabilidad emocional.

Las circunstancias. Un 10% . Corresponde a factores como raza, sexo, edad,

ocupación y nivel socioeconómico.

La actividad intencional o el ejercicio de la felicidad. Son el 40%. Incluye aquello que se hace para sentirse bien, implicándose de forma intencional en conseguir ser feliz. Implican que la persona puede aprender a estar mejor.


Esto corresponde con lo que decía el monje del que les había hablado antes: “soy feliz porque me he entrenado durante años en ello”.


Para él el entrenamiento fue la meditación. ¿Qué podemos extraer de su experiencia?

Vamos a verlo seguidamente en algunos puntos, de forma a poder aplicarlo en la vida cotidiana, sin para ello convertirse en monje.


Pequeña receta para ser feliz


       No busques la felicidad, deja que ella te encuentre

       Simplifica tu vida, redescubre las cosas sencillas del día a día

       No amplifiques los malos momentos, vívelos cuando lleguen, simplemente porque están ahí. Permite que pasen.

       No amplifiques los buenos momentos, vívelos cuando lleguen, con simplicidad, porque están ahí. Acepta que pasen.

       Se mesurado en tus juicios hacia ti mismo y hacia los demás.

       Piensa dos veces si de verdad quieres aquello que deseas e imagina como te sentirás cuando lo tengas.

       Comparte lo que eres y lo que tienes con los demás, sintiendo cuál es tu límite.

       Cultiva los diferentes aspectos de ti mismo, los más trascendentes y los menos trascendentes. Eres múltiple y polifacético.

       Date un capricho de tanto en tanto, así, sin más ni más

       Si necesitas ayuda, pídela. Si te piden ayuda, dala.

       Comprométete con tus ideales, con tu visión ética del mundo.


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