
Estos meses, largos meses de meditación on-line me han enseñado cosas. Creo que nos han enseñado cosas a muchos meditadores. Ayer alguien me decía que el silencio se hacía más llevadero sabiendo que alguien más estaba meditando al mismo tiempo. Como si la presencia a través de las conexiones de internet nos acercase de verdad. Cada uno sentado en su casa, con su vela encendida, con la mirada posada en su suelo, y, sin embargo, sintiendo a los otros que están ahí, sentados también.
Ejercitarse en la meditación zen siempre es algo solitario, aunque se haga en grupo. Ejercitarse en za-zen siempre es algo colectivo, aunque cada uno lo haga en solitario.
Preferimos vernos, mirarnos a los ojos, despedirnos con un par de besos y una sonrisa, sin embargo, la calidez de nuestra presencia llega más allá de la pantalla. Es nuestra actitud, la de cada uno, la que lo hace posible.
Ese es el verdadero espíritu del zen, sentir que estamos todos aquí, en el mismo instante, respirando la misma esencia, animados por la misma Vida.
Cada uno en su propia labor, todos tejiendo al mismo tiempo una realidad nueva, hecha de presencia, amor y paciencia. Cada hilo en su lugar, cada respiración en su tiempo.
Laia Monserrat
Gracias Laia
un abrazo José Antonio.