Zen no es solo sentarse a meditar esperando los beneficios anunciados de la meditación. Se requiere humildad, paciencia, constancia, entrega. Se requiere despojarse del si mismo al que nos identificamos constantemente, el ego. Eso es ni más ni menos, dejar de ser egoístas. Porque lo que yo y tú hacemos de forma individual, en realidad repercute en todo y todos, no somos seres aislados. Llegar a tener esta experiencia de unidad requiere tiempo y requiere despertar de la ilusión de la individualidad, sobre todo de individualismo.
El zen es sentir nuestra fuerza interior.
Pero ¿qué vas a hacer con tu fuerza interna? ¿para qué y por qué te interesaría cultivar tu fuerza? Si la dedicas a inflar más tu ego, serás un peligro para ti y para los demás. Si has hecho el esfuerzo de conocer tus sombras, quitando importancia al yo egoico, las cosas cambian mucho. Nada es mágico, requiere atención, esfuerzo, dedicación, amor y paciencia.
Abrirse a la compasión y la amabilidad, buscar el bien de todos los seres sintientes, no es algo abstracto, es un posicionamiento social y político que también tenemos que entrenar. Mi voz, junto a las demás voces, suena fuerte y se oye lejos. Hay que descubrir cómo el silencio que practico en za-zen alimenta las palabras justas.
Estamos viendo una realidad en la que los acontecimientos parecen tan distrópicos que nos podemos sentir incapaces de actuar para cambiar las cosas. Pero no es distropia en el sentido de algo ilusorio, hay muchas personas que sufren, en Gaza, en Ucrania y otras guerras que nos parecen más lejanas, con el cambio climático que se muestra en los incendios, las riadas, las olas de calor, con la histórica mala distribución de la riqueza y el incremento de la pobreza. Vemos políticos corruptos dirigir países como si jugasen al Monopoly, totalmente desconectados de la realidad y del sufrimiento que generan. Vemos mucha gente callada, que no sabe cómo actuar, porque ha asimilado lo que en psicología llamamos indefensión aprendida. Cada vez que decimos “no puedo hacer nada”, no es cierto, en realidad siempre podemos hacer algo, por pequeño que sea. Si nos fijamos en la naturaleza vemos la maravillosa estrategia de las hormigas, ante “un gran problema”, cada una coge una parte y la traslada. Es el número no la importancia de una hormiga, lo que hace que lleguen a hacerlo posible. Y aunque en los humanos es distinto puesto que hay lobys económicos y humanos con gran poder, los demás somos muchos si sumamos nuestras fuerzas.
El ejercicio principal del zen es la vida cotidiana. Cómo la vivimos es el reflejo de nuestro trabajo interior. No se trata de que “todo va a ir bien”. La vida es como es y llegan situaciones imprevistas o creadas por otros, que nos afectan. ¿cómo las vivimos? ¿qué hacemos y qué no hacemos? ¿desde dónde lo hacemos?
Poner nuestro ego al servicio del ser esencial, esa es la clave de todo movimiento espiritual, ético y compasivo. A veces implica no acción y otras veces implica movilización. Saber discernir es tener la mente clara.
Desde el silencio me sitúo en mi espacio de serenidad y fuerza interior.
Desde mi fuerza interior decido actuar en bien de todos los seres.
Con humildad, me pongo a disposición del ser esencial y de la vida.
Cuando te levantes del cojín, actúa
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