Dürckheim

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Leibterapia

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Leibterapia Personal

Cuerpo y bienestar

Dürckheim propuso la meditación zen en Alemania a su retorno de los diez años que pasó en Japón. Sin embargo, algo no fluía de la misma forma que en los zendos japoneses. En occidente los meditadores no integraban el cuerpo en el ejercicio meditativo, este se convertía en un ejercicio desde la mente. En occidente, la expresión “meditar” se relaciona con un análisis mental de una situación. Cuando empezó a llegar la oleada de la meditación oriental de manos del yoga y del zen, la mirada se volvió hacia el cuerpo, aunque era una mirada analítica que seguía sin englobar realmente la totalidad de la persona. Trabajar en cambiar ese posicionamiento es todo un programa de vida para nosotros como personas occidentales. Por ello Dürckheim, maestro de zen y psicólogo, comprendió la necesidad de proponer una psicoterapia que se acercase al cuerpo comprendido y vivido como lugar de experiencia de la espiritualidad. Así nació la Leibterapia Personal. Planteó la Leibterapia como un camino de espiritualidad, como terapia iniciática que abre a una realidad profunda y esencial en la persona. Las psicoterapias clásicas, incluso las más actuales, miran a la persona en su yo egoico e intentan acompañar en la salud del ego. Sin embargo, Dürckheim, con su finísima intuición, comprendió que cualquier camino espiritual debe basarse en ese ego bien estructurado, pero no detenerse ahí. Esa es la primera etapa, la primera obligación de una psicoterapia. Su propuesta es algo que nos lleva a una segunda fase, a deshacernos de las ataduras de ese ego para poder darle la vuelta a la situación y que lo esencial se exprese a través del yo ego. Sabemos muy bien que para sentirnos bien en el mundo debemos sentirnos bien en nosotros mismos y eso pasa por vivir desde lo esencial y poder desplegar nuestro potencial en la vida de cada día. A eso lo llamamos vivir una vida plena, en la que “eso” esencial nos llena de fuerza y da sentido a nuestro paso por la Tierra. Trabajar, cuidar de la familia, aprender, divertirse, amar, desarrollar las capacidades personales, comprometerse social y políticamente, vivir la espiritualidad, son acciones en el mundo que cada persona realiza de una u otra forma. Sin embargo, cada día veo personas que se pierden a sí mismas en esta realización de acciones en el mundo. Esto se debe a la falta de contacto con su centro, con su esencia. Si no se encuentra este lugar interno que nos sostiene e impulsa, se corre el riesgo de perderse en el exterior. A este perderse se le puede llamar de diversas formas, pues adopta formas diversas, algunas llegan a ser patológicas e incapacitantes. El camino de salud propuesto por Dürckheim nos lleva a vivir desde la espiritualidad que surge al experimentar lo esencial en nuestra vida cotidiana. Esto pasa siempre por recuperar la experiencia del ser cuerpo, del ser leib. Sólo cuando vivimos integrando y experimentando la unidad que somos nuestras acciones en el mundo cobran todo su sentido y experimentamos el bienestar de estar en nuestro lugar, haciendo lo que nos corresponde hacer. El siglo XXI está siendo decisivo para la historia de la humanidad y del planeta. Muchas cosas deben cambiar para poder seguir adelante. Necesitamos estar centrados, vivir desde la realidad de nuestra plenitud, con nuestra fuerza vital despierta y con la capacidad de discernir en nuestro día a día qué es esencial y qué es superfluo. Más que nunca necesitamos ser cuerpo, ser leib.
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