Muchas veces se asocia la meditación zen con algo que cuesta, que resulta difícil y que en definitiva es duro. Aquellos que han experimentado unas primeras sesiones de sentada en silencio, en el cojín, en la postura adecuada, sienten la dificultad de mantener la verticalidad, a veces dolores articulares, crispaciones varias…
Cuando se les dice que esos problemas son en parte los habituales de adquirir una nueva postura a la que no están habituados y en gran parte, reflejo de las crispaciones que ya traen … se abre una puerta de comprensión.
Porque comprender que “yo soy mis crispaciones” es comprender que cuando la zona lumbar está crispada, es la persona quien está crispada… es, como bien decía Dürckheim, cambiar de pensar en nuestro cuerpo como “el cuerpo que tengo” a vivirnos como “el cuerpo que soy”.
Llegar a sentarse derecho, erguido de forma natural, con una buena base, es un bonito proceso en el que la persona se va liberando de sus rigideces. ¿Rigideces físicas? Pues sí, si entendemos lo físico como la plasmación de la totalidad mente – emoción – cuerpo.
El ejercicio de meditación nos acompaña hacia un territorio de libertad personal.
No hay mayor placer que sentarse “a no hacer nada”, sin esperar nada, sin que nadie espere nada de nosotros. Estar ahí, plantado para la eternidad, dejándose respirar. Sin opiniones, juicios ni prejuicios. Sin seguir los propios pensamientos, viendo pasar las emociones…¡ES LIBERTAD EN ESTADO PURO!
Muchas veces se asocia la meditación zen con algo que cuesta, que resulta difícil y que en definitiva es duro. Aquellos que han experimentado unas primeras sesiones de sentada en silencio, en el cojín, en la postura adecuada, sienten la dificultad de mantener la verticalidad, a veces dolores articulares, crispaciones varias…
Cuando se les dice que esos problemas son en parte los habituales de adquirir una nueva postura a la que no están habituados y en gran parte, reflejo de las crispaciones que ya traen … se abre una puerta de comprensión.
Porque comprender que “yo soy mis crispaciones” es comprender que cuando la zona lumbar está crispada, es la persona quien está crispada… es, como bien decía Dürckheim, cambiar de pensar en nuestro cuerpo como “el cuerpo que tengo” a vivirnos como “el cuerpo que soy”.
Llegar a sentarse derecho, erguido de forma natural, con una buena base, es un bonito proceso en el que la persona se va liberando de sus rigideces. ¿Rigideces físicas? Pues sí, si entendemos lo físico como la plasmación de la totalidad mente – emoción – cuerpo.
El ejercicio de meditación nos acompaña hacia un territorio de libertad personal.
No hay mayor placer que sentarse “a no hacer nada”, sin esperar nada, sin que nadie espere nada de nosotros. Estar ahí, plantado para la eternidad, dejándose respirar. Sin opiniones, juicios ni prejuicios. Sin seguir los propios pensamientos, viendo pasar las emociones…¡ES LIBERTAD EN ESTADO PURO!
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