El nacimiento de un ser humano es un momento de fuerza y belleza inigualable.
Como todo mamífero la vinculación con la madre se establece inmediatamente. El niño busca el pecho materno para nutrirse. Las hormonas empujan a la madre hacia su hijo y al hijo hacia la madre. Los lazos se vuelven cada vez más sólidos.
La situación de indefensión del pequeño queda compensada por el inmenso flujo hormonal que su presencia causa en la madre. Esta le dedica una atención constante y se compromete a su cuidado y bienestar de forma prioritaria.
Es una relación no igualitaria, de dependencia del niño. El estado de madre se va haciendo y reforzando con la relación. El estado de hijo-hija viene de per se. El niño es receptor totalmente abierto y por naturaleza pasivo de los cuidados de su madre.
Avanzando en la relación vital madre-hijo/a, con el tiempo, se va creando un modo relacional. En este influyen factores tanto de entorno como del psiquismo propio de la madre y de su historia personal. Los estudios sobre estos modos relacionales han dado nacimiento a una tipología de modos de maternidad, es decir unas tendencias con diversas características.
Concretamente, se puede hablar , según los estudios más recientes, de 5 tipos de madres. La perfeccionista, la madre amiga, la egoísta, la impredecible y la completa (según la tipología del psicólogo americano Stephen Poulter, 2011).
Cada tipo de madre incide en el pequeño de formas diversas, creando lazos seguros o inseguros, dando confianza o generando incerteza, logrando establecer una relación sólida o basada en la fragilidad.
El rol de madre no se aprende en la escuela ni en la universidad. Tampoco en los libros de autoayuda. Es un desafío personal al que se enfrenta la mujer que da a luz. Ella deberá gestionar sus luces y sus sombras.
Pero seamos mujeres u hombres, todos tenemos o hemos tenido madre. Con una historia personal concreta, un estilo de personalidad diferente, un modo relacional con nosotros preciso. Tal vez hemos tenido una madre cuidadora en extremo, o tal vez hemos sufrido una situación en la que nuestra madre nos ha enviado al bosque vestidos de rojo a confrontarnos con peligros para los que no estábamos prevenidos ni preparados.
Tomar consciencia de qué tipo de madre hemos tenido o tenemos es un paso adelante en nuestro autoconocimiento. Descubrir qué tipo de madre somos o qué tipo de madre tenemos como pareja es también un paso esencial para saber quiénes somos.
La madre nutre, cuida, protege. Si esta función está distorsionada en nuestra relación con nuestra madre, si los mensajes que hemos recibido de ella son distintos o son paradójicos, nuestra vida interior se resiente. Y también el resultado hacia el exterior. Nos es más difícil creer en nosotros, en nuestros proyectos y obtener una condiciones materiales satisfactorias.
Sanar la relación con la madre es concientizar la relación con nuestra madre y comprender el modelo que generamos con nuestros hijos (biológicos o no, pueden ser proyectos, empresas, etc).
Esto permitirá acceder al contacto con la Gran Madre que Siempre Nos Nutre. Ella es la fuerza primera y primaria que tenemos siempre a nuestra disposición para realizarnos como personas y ayudar a los demás a realizarse.
Del papel del padre, hablaremos otro día…
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