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Espiritualidad natural

Alguien me preguntaba ayer sobre la espiritualidad. No es fácil de definir, y al mismo tiempo, es necesario definirla. Siempre me ha gustado la idea de fotografiar el viento. No lo vemos, pero lo sentimos. Lo oímos acercarse por el ruido de las hojas. Mueve molinos e hincha las velas de los veleros. La espiritualidad es una dimensión de nuestro ser que nos permite experimentar la unidad con lo existente, la fuerza interna y el sentido. Experimentamos el viento en el rostro, experimentamos la espiritualidad en ese roce que por un instante lo cambia todo. Cuando hemos visto el paisaje que se nos muestra, aunque sea fugazmente, delante de los ojos, ya no podemos negarlo. La dimensión espiritual se cultiva. Actualmente los psicólogos la integran en la lista de capacidades personales para una vida saludable como inteligencia espiritual. A mi me gusta hablar de la espiritualidad natural, puesto que es una dimensión que está en todo ser viviente, en todo ser humano. Tenemos la posibilidad de cultivar esa dimensión como adultos y de acompañar a los niños para que la conserven, puesto que está en cada niño. Desde hace años se intenta integrar la dimensión espiritual en psicología, psiquiatría y medicina. Son muchas las voces que piden humanizar estas áreas que tratan tan íntimamente con las necesidades y sufrimientos de las personas. En 2014 la OMS definió la espiritualidad como: “la espiritualidad es un aspecto dinámico de la humanidad a través del cual las personas buscan significado, propósito y trascendencia últimos; y experimentan la relación con el yo, la familia, los demás, la comunidad, la sociedad, la naturaleza y lo significativo o sagrado.”  Está claro, que es necesario desligar espiritualidad de religión. En el intento de integrar la espiritualidad a las prácticas médicas, se ha considerado que en tratamientos de final de vida y paliativos se debe formar a los especialistas en dimensión espiritual. Es un primer paso, puesto que ya nos acerca a lo esencial. Sin embargo, estamos lejos aún de considerar que esta dimensión es una realidad imprescindible para la vida plena de cualquier persona. Esto significa claramente que debemos cuidar de esta dimensión en la infancia, momento en el que la persona está abierta a ella de forma espontánea. La espiritualidad es la capacidad de dar sentido a la vida, de vivirnos de forma integrada y con la sensación de estar completos, unificados. Es también motor y fuerza para los momentos difíciles. Capacita a la persona para vivir de forma más compasiva y ética, en comunidad profunda con sus semejantes y su entorno. La educación que se recibe puede favorecer o impedir al adulto contactar con su capacidad de vivir dicha dimensión. Es imprescindible aprender y seguir aprendiendo a cuidar y a cultivar la espiritualidad que somos. En mi segundo libro, Espiritualidad Natural,  explico cómo cultivar y cuidar esta dimensión tan importante para el bienestar personal. Te animo a leerlo para poder profundizar en el tema. Laia Monserrat
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